El alba resplandece en tu horizonte de agua. Un enjambre de caminos se descalza en tus verdes silenciosos, donde asoman personajes de estática belleza.
Una vez más me permito abrir la puerta. Esa puerta insondable que traspasa la intimidad para descubrir lo invisible.
En el inicio, no hubo un objetivo claro. Los elementos salieron a borbotones e invadieron la superficie en forma grotesca y escandalosa.
Este mandala es un viaje hacia las profundidades de mi ser.
Crear un mandala siempre me produce “sorpresa”. Ante todo me conecto con la necesidad de resolver algo, de agradecer, de homenajear, etc. y en lo interno, se produce una respuesta con forma de imagen insistente.
Hay todo un universo en mi interior, hecho de todo y de nada; un micro mundo intangible donde afloran los paisajes de conciencia acumulada por el tiempo.
Sé que estás ahí, agazapada, enraizando esperanzas para un mundo nuevo.
Entre el ayer y el mañana, la vida se pliega y despliega cual olas bravías
Cae la gota sobre el estanque. Los aros concéntricos que viajan a la orilla van trazando los renglones que contarán mi historia.
Si observo a mi alrededor y dejo que mis sentidos se conecten, no puedo más que aceptar y admirar la maravillosa Creación que me rodea y me interpenetra.
Pintar al óleo puede ser una experiencia alucinante. Sólo después de un tiempo de resistencia, me fui acercando a este material tan suave y gentil para expresar los sentimientos.