En el inicio, no hubo un objetivo claro.
Los elementos salieron a borbotones e invadieron la superficie en forma grotesca y escandalosa. Me confundí.
El parloteo de imágenes, líneas, direcciones y la estridencia de colores me produjeron vértigo. Pero sabía que era totalmente transitorio lo que estaban viendo mis ojos.
Traté de tomar ese principio como una liberación de energías contenidas y el aceptarlo, me fue serenando poco a poco.
Al ir pasando los días y avanzando el trabajo, alcancé cierta madurez emocional que se fue reflejando en la nueva imagen.
Cada plano buscó su lugar en la escala de valores, cediendo protagonismo y logrando un nuevo orden.
Una vez centrada y en estado de armonía, el núcleo de luz pudo expresarse e irradiar toda su potencia.
Una vez más, “como es adentro es afuera”… y sólo puede espejarse lo que existe.
Hay un elemento vivo en esta experiencia, que quisiera sintetizar: “Si el conjunto está alineado, cada elemento irradia su propia luz”.
Melina Litauer (2006)
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